Encontrando Esperanza

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Por: Dolly Martin

La depresión puede incluir grados mayores o menores de angustia, de tristeza, y de melancolía dependiendo en la causa de este malestar emocional. Para algunos la nube negra puede durar horas y para otros puede ser un trastorno crónico que dura años. Cualquiera que sea la causa, el efecto es doloroso no solo para uno, sino para todos los que lo rodean ya que infecta al ambiente como un olor nefasto del que deseamos huir.

Muchos de los grandes hombres y mujeres en las Sagradas Escrituras lucharon con estos sentimientos dolorosos. Los profetas Elías y Jeremías pasaron por pruebas muy difíciles que les llevó a sentir una tristeza y una falta de esperanza que caracterizan la depresión. Elías incluso estaba tan deprimido que le pidió al Señor que le quitara la vida. Otros como el Rey David y aun el mismo Señor Jesucristo pasaron por situaciones que les provocó una profunda lucha interna con sus emociones. La angustia de nuestro Señor fue tan fuerte que le hizo sudar gotas de sangre. Es un fenómeno físico conocido en el mundo médico, pero muy pocos lo han experimentado.

Varios de los Salmos expresan los altos y bajos emocionales de los Salmistas y uno de los más conocidos es el Salmo 42 donde el poeta, posiblemente uno de los hijos de Coré, declara su anhelo de estar en la casa de Dios. Se piensa que fue escrito durante el exilio del pueblo de Israel en Babilonia y el autor, uno de los que servía en el templo, manifiesta cuanto extraña la adoración en ese lugar sagrado. El versículo cuatro dice, “Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; de cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta”.

Toda la vida de los Judíos giraba en torno a la adoración en el templo; y las memorias de las fiestas anuales celebradas en la casa de Dios llenaban el corazón del escritor de este salmo y de todo el pueblo en exilio de lamento y dolor. Añoraban volver a celebrar la adoración con alabanza, con sacrificios y con la lectura de la Palabra de Dios. Pero donde se encontraban, en el cautiverio, no tenían el lujo ni la libertad de adorar al Señor como acostumbraban a hacerlo.

En medio de este Salmo de lamento por la imposibilidad de ejercer su oficio en la casa de Dios, el poeta expresa una palabra de esperanza de que un día, volvería a la tierra prometida donde una vez más estaría al frente de los Israelitas, dirigiendo la alabanza al Señor. Dice en el versículo 5, “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío”. Dios les había prometido que regresarían a Israel cuando se cumplieran los 70 años de castigo y esta poesía es una declaración de confianza en la promesa del Señor.

Cuando pasamos por momentos difíciles, es fácil olvidarnos de las promesas de Dios o incluso aceptar las mentiras del diablo que nos hace pensar que el Señor ignora nuestra situación, o peor, que se desinteresa por nuestro sufrimiento o que vive tan lejos de nosotros que no toma nota de la angustia de nuestro corazón. Tenemos que proteger nuestras almas contra estas flechas ardientes que vienen cuando estamos emocionalmente débiles y vulnerables. Satanás, vestido de serpiente, sembró estas mismas mentiras en la mente de Eva, provocándole a dudar de la bondad y cariño de Dios.

Nuestra desesperación se convierte en esperanza cuando recordamos y nos aferramos a la verdad de quién es Dios. Dios es el Todopoderoso y nada escapa Sus ojos vigilantes. Romanos 11:34-36 dice, “Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a Él primero, para que le fuese recompensado? Porque de Él, y por Él, y para Él, son todas las cosas. A Él sea la gloria por los siglos. Amén”.

En Efesios 2:4-5 leemos, “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)”. El Señor ha saturado la Biblia con Sus Palabras de ánimo para recordarnos, dondequiera que estemos leyendo, que Su amor es grande, constante e incambiable. Nada lo disminuya, incluyendo nuestro pecado. Él castiga a su hijo desobediente, pero no le niega Su amor. No olvidemos eso.

Acordémonos también que el Señor ha prometido docenas de veces en Su libro que Él quiere y puede ayudarnos. Uno de los versos favoritos de muchos de nosotros es Isaías 41:10, “No temas, porque Yo estoy contigo; no desmayes, porque Yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. Esta promesa, como muchas de las promesas de Dios, no lleva una condición; es incondicional. Dios promete SIEMPRE esforzarnos, ayudarnos, y sostenernos con Su brazo fuerte. ¿Lo cree?

Dios le manda creerle para poder gozar de sus bendiciones. En Hebreos 11:6 dice, “Y sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe y que es galardonador de los que le buscan”. (RVA-2015) Nuestra confianza en Dios y en Sus promesas desarman a la depresión y nos pone en un lugar seguro, una roca firme que es Jesucristo. Dios nos manda depositar toda nuestra fe en Él y en Sus planes para nuestra vida. Él nos dice en Proverbios 3:5, “Confía en el SEÑOR con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia”.

Usted no puede confiar en el Señor para su problema si no ha confiado en Él para su Salvación. Cuando tome ese primer paso de fe, Él lo adopta como Su hijo y le concede todos los privilegios y responsabilidades que conlleva esa relación de Padre e hijo. Acérquese al Señor ahora mismo. Él lo espera.