Una Fe Viva

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Por: Dolly Martin

El libro “Devoción Extrema” publicado por el ministerio La Voz de los Mártires contiene la historia del Pastor Wally cuya fe en Dios y en Sus promesas le llevó a hacer una oración muy audaz. En la página 321 leemos, “A medida que continuaba la paliza, el pastor Wally continuaba orando por sus torturadores sauditas. En medio de sus oraciones, recordó los versículos que dicen que nuestros cuerpos son el templo del Espíritu Santo.

Sanidad Completa
“Gracias por permitirme ser tu templo” oró Wally. “Creo que Tú no quieres un templo arruinado y maltratado por el enemigo. Tú quieres un templo glorificado y lleno de Tu esplendor. Clamo por una total restauración de mi cuerpo, Señor. Sin importar lo que estos torturadores hagan, oro a fin de que seas glorificado mucho más cuando me sane por completo. Las personas no verán ni una huella de lo que estos torturadores le hicieron a mi cuerpo”.
Golpearon con un bastón las espaldas y las piernas del pastor Wally, y sus manos y pies estaban amoratados, casi inútiles. Al final, lo llevaron de nuevo a su celda cuando se sintieron demasiado cansados para continuar torturando a este cristiano. Wally oró por horas y luego cayó en un sueño irregular durante el cual sintió la presencia de Dios y su toque de sanidad. Cuando despertó, sus manos y pies estaban sanos. No sentía el dolor de las palizas. Wally estaba pasmado, pues Dios lo sanó”.

El pastor Wally conocía las promesas de Dios y las creyó. El Señor Jesucristo dice, “…De cierto les digo que si tienen fe como un grano de mostaza, dirían a este monte: “Pásate de aquí, allá”; y se pasará. Nada les será imposible” (Mateo 17:20, RVA-2015). El Señor no sana a todos como lo hizo con el Pastor Wally, porque a veces Él usa la enfermedad para moldearnos. El apóstol Pablo es un ejemplo de ésto porque pidió con mucha fe que el Señor le quitara el aguijón en su carne, pero el Señor dijo, “Bástate mi gracia: porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).
La clave es pedir con fe, esperando que el Señor actúe, pero debemos estar dispuestos a aceptar la voluntad del Señor cualquiera que sea. La oración de Jesús en Getsemaní es un modelo para nosotros, “Padre mío, si es posible, pasa de Mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como Tú” (Mateo 26:39).

Una Fe Viva
Dios nos manda a vivir día a día con nuestra fe puesta en Él. Así lo hicieron muchos héroes de la fe, cuyas historias están registradas en el Antiguo Testamento y recopiladas en forma resumida en el capítulo 11 de Hebreos. Repetidas veces nuestro Padre mandó a los escritores de la Biblia a escribir la frase “el justo por la fe vivirá”.
Nuestra vida de fe comienza cuando creemos en el Señor Jesucristo como nuestro Salvador personal. El murió en la cruz por toda la humanidad, y cuando lo creemos personalmente, Él se convierte en nuestro Salvador. Pero la fe no termina allí. Dios quiere que crezcamos en fe a medida que leemos las Escrituras y creemos lo que Dios nos dice allí.
Es posible que usted hiciera una profesión de fe en Cristo cuando era niño. ¡Fabuloso! ¿Dónde está su fe hoy? ¿Sigue en los caminos del Señor? Según el Dr. Adrián Rogers, su fe presente valida esa decisión que hizo años atrás.

Una Fe Creciente
Todos los pasajes de la Biblia que hablan de creer en Jesucristo usan el tiempo presente, no pasado. Juan 3:16 dice, “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (énfasis mío). Note que dice “cree”. El verbo en griego implica una acción que comienza en un punto determinado y continúa en el presente. Dios pide que nuestra fe en el Señor Jesucristo continúe toda nuestra vida.

Si usted no ha entrado en una relación personal con Dios a través de Su Hijo, Jesucristo, no espere. El Señor lo busca y quiere salvarle de sus pecados, limpiarle y darle una nueva vida. Luego quiere adoptarle como su hijo y bendecirle, ayudarle, sanarle y guiarle hasta Su hogar celestial donde desea pasar la eternidad en comunión con usted.
Ponga su fe en Él y siga creyendo cada día hasta que su fe se convierta en realidad. “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58).