Maridos, amad a vuestras mujeres…

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Por: Miguel Jacinto

“Maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas” (Colosenses 3:19, LBDA).

Cuando un hombre busca enamorar a una mujer hace todo lo posible por ser amable, servicial, paciente y educado para conquistar su corazón. Pero a medida que pasa el tiempo, él comienza a ser brusco, iracundo, impaciente y hasta maleducado. La joven piensa que ella será capaz de cambiarlo una vez que se casen. La realidad resulta ser peor de lo que jamás se imaginó. El príncipe azul se convirtió en un horrendo ogro que amenaza con destruir toda la familia y hacer del hogar un infierno.

Originalmente el hombre fue creado por Dios para ser un líder amante y compasivo, pero su naturaleza humana fue afectada con el virus del pecado que le controla y le hace ser falto de amor y áspero con los demás.  El hombre natural piensa en la conquista y en imponer sus términos a los demás. Su deseo de ser respetado, reconocido y aceptado por los demás le lleva a ser áspero, déspota, calculador y controlador. Esta es la tendencia natural de todo hombre después de la caída, según nos narra el libro del Génesis.

La Biblia, en cambio presenta una alternativa divina para ayudar al hombre a recuperar su diseño original. Dios tiene el poder para transformar a cualquier hombre en uno nuevo, totalmente capaz de cumplir un propósito para el bienestar de la familia y la sociedad. El hombre que entrega su vida en las manos de Dios inicia un proceso restaurador desde adentro hacia afuera. Dios le da un corazón nuevo capaz de amar con el mismo amor con que él es amado por Dios. El cristiano que ama y sirve a Dios tiene la responsabilidad de ser de bendición a su esposa, sus hijos y todos los que le rodean.

Amigo, si usted se encuentra en una relación familiar abusiva, cruel e insensible con su esposa y sus hijos, aún hay esperanza. Dios quiere darle un nuevo corazón capaz de amar sacrificialmente como Jesús lo ha hecho por usted en la cruz del calvario. Reconozca su necesidad de ser perdonado, restaurado y transformado para ser el esposo, padre, y hombre amante que Dios quiere. Pídale a Dios que le perdone todos sus pecados, y entréguele su ira, su enojo y su rencor para que Él las limpie con la sangre de Su Hijo Jesucristo. Usted será transformado a la imagen y semejanza de Jesús para comenzar a amar y servir a su esposa, hijos y la sociedad.