Luchando con la tentación

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Por: Dolly Martin

Cuando el Señor escogió a los doce discípulos, los que llamó apóstoles, todos ellos tenían su lado débil con la que luchaban personalmente. Varios de ellos tenían la ilusión de ser famosos y discutían entre si quien era el mayor. Pedro tenía la costumbre de hablar antes de pensar y tuvo que ser corregido por el Señor en más de una ocasión por decir cosas necias. Tomás era el escéptico que tenía que “ver para creer”.

Hombres carnales

Jesús conocía las luchas de cada uno de sus seguidores antes de escogerlos. Él sabía que eran débiles en la carne, pero los llamó para entrenarles y enseñarles a poner sus miradas en las cosas de arriba y dejar de anhelar las cosas de este mundo

Todos ellos con sus deficiencias de carácter participaron en el ministerio del Señor. Al principio eran solo acompañantes y aprendices del Maestro, pero eventualmente fueron enviados a poner en práctica lo que habían visto y oído tantas veces de la boca del Señor. Marcos 6:12-13 dice, “Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen. Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban”.

Judas cedió a la tentación

Judas Iscariote fue parte de todo este ministerio. Pedro dice de él “y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio”. (Hechos 1:17) Cuando Jesús escogió a Judas, Lucas escribe de él: “que llegó a ser el traidor”. Es posible que Judas luchó con el amor al dinero antes de ser escogido como discípulo y siguió lidiando con esta tentación durante sus años como uno de los apóstoles. Tal vez era una lucha privada que nunca confesó a los otros por pena o vergüenza. Cuando fue escogido como el tesorero del grupo, su amor al dinero fue tomando control de su corazón. Comenzó a robar de la bolsa y eventualmente, su amor al dinero le llevó a traicionar al Señor por treinta piezas de plata.

Seis días antes de su crucifixión, María unge los pies de Jesús con un perfume costoso y Judas la crítica por “mal gastar” este perfume. Sus palabras muestran que ya se había endurecido su corazón y robaba sin sentimiento de culpa. Dice la palabra, “Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar: ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? Pero dijo esto, no porque se cuidará de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella”. (Lucas 12:4-6)

Aunque los compañeros de Judas no sospecharon de él, Jesús sabía todo lo que había en su corazón. Defendió el acto de adoración que María le había mostrado, pero no delató las intenciones de Judas a los demás.

Jesús trata a Judas con amor

Jesús nunca trató a Judas Iscariote con maldad, o enojo, como él se lo merecía por ser un ladrón y mentiroso, aunque le dolió profundamente las decisiones que Judas había tomado. En su amor por Judas, Él le advirtió de lo que estaba a punto de hacer. “Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu, y declaró y dijo: De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar”. (Juan 13:21)

Cuando se sentaron a comer la cena de pascua unos días después, Jesús le dio el asiento de honor (a su lado) a Judas y al partir el pan, le dio el primer pedazo a su amigo, Judas. ¡Qué ejemplo es el Señor Jesus de cómo tratar a nuestros enemigos! En ningún momento le falto el respeto, ni le menospreció. Le mostró amor inmerecido e incondicional hasta el final.

Siga luchando

Judas nos muestra los resultados de tener una naturaleza pecaminosa no sujeta a Dios y bajo el control del Espíritu Santo. El pecado nos va controlando cada día más hasta que llega un punto que cometemos actos vergonzosos que nunca hubiéramos creído posible. Si usted está luchando con algún pecado, siga luchando porque si da rienda suelta a sus deseos carnales terminará tomando decisiones que podrían llevarle a la destrucción. Jesús dijo de Judas en Juan 17:12, “a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese”.

Reciba el poder de Dios para luchar

El poder para luchar viene de Dios y lo recibe cuando confía en el Señor Jesucristo como su Salvador personal y entra a formar parte de la familia de Dios. Le invito a poner su fe en aquel que murió en la cruz en su lugar. Él le dará una nueva vida y el poder para vencer las tentaciones de la carne.