Unas Palabras Poderosas

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Por: Dolly Martin

La iglesia recibió unos bellos títeres (marionetas) y esto abrió la puerta para comenzar un hermoso ministerio de títeres con los niños. Unas muy talentosas jóvenes comenzaron a usarlos cada domingo durante la hora de escuela dominical. Aun los preescolares disfrutaban del “show” y miraban con atención mientras los amiguitos detrás del telón compartían importantes principios de la Palabra de Dios.
Puesto que los padres estaban en el santuario cuando se presenta el teatro cada semana, el pastor le pidió al equipo de jóvenes que hicieran una demostración para los padres. Se preparó un guion y las marionetas compartieron la visión del ministerio con los adultos un domingo antes del sermón. Aunque hubo errores, no faltó el humor y los padres se gozaron viendo cómo unos pequeños muñecos podían cautivar la atención aun de los adultos.

Una Inyección de Ánimo

Al terminar el culto, el pastor se dirigió al salón de clases de los niños donde las maestras seguían trabajando con los niños. “Muchas gracias. Hicieron un excelente trabajo” dijo el pastor a la señora encargada. Esas palabras, especialmente de la boca del pastor, fueron de MUCHO ánimo al grupo. Sirvió como una inyección de ánimo que les impulsó a servir con aun más ímpetu en el ministerio infantil.

Las palabras “muchas gracias” no cuestan nada, pero la mayoría de nosotros casi no las usamos. El jardinero nos corta la grama cada semana, pero cuando fue la última vez que salimos para decirle “gracias”.

La mesera nos toma la orden, mantiene nuestro vaso lleno, nos trae la comida calentita, pero ¿qué tan seguido tomamos el tiempo para expresar nuestro aprecio por ese servicio que nos ha prestado? La maestra de nuestros niños, la cajera en la tienda de comestibles, el cartero, el conductor del autobús, el médico, el bombero y el policía son algunos de los que nos prestan servicios indispensables para nuestro diario vivir. ¿No cree que ellos se beneficiarían de escuchar un “muchas gracias” de nuestros labios?

La mayoría de nosotros estamos tan preocupados con nuestra agenda que a penas le dirigimos una palabra al “desconocido” que nos empaca los víveres en el super cada semana. Tampoco entablamos conversación con la cajera en el banco cuando cambiamos nuestro cheque. Ni le saludamos al basurero que tan amablemente vacía nuestro tacho y lleva nuestros desperdicios al vertedero.

Cuando Jesús sanó a los diez leprosos Él, enseñó que es importante decir “muchas gracias”. Solo uno regresó a darle gracias al Señor Jesucristo por ese milagro tan grande que le regresó la salud, la oportunidad de vivir con su familia, de trabajar y de ir al templo para adorar al Señor. Jesús dijo, “¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿Dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?”

Ser un Ejemplo

Si solo uno de diez volvió a darle gracias a nuestro Dios por un milagro tan grande, es muy probable que los siervos públicos reciban aún menos palabras de gratitud de los que somos beneficiados por su trabajo a nuestro favor. Los cristianos debiéramos ser los primeros en ofrecer una sonrisa y expresiones de agradecimiento, pero temo que en vez de ser un ejemplo con nuestro comportamiento, hemos copiado la ingratitud que vemos en el mundo.

El Apóstol Pablo escribe a su hijo espiritual, Timoteo, en 1 Timoteo 4:12, “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (énfasis mío). La primera cualidad que debe distinguir un cristiano de un no cristiano es su vocabulario.

Una Diferencia Marcada

Las personas con las que convivimos y trabajamos deben notar una marcada diferencia en lo que decimos y lo que no decimos. Hacemos bien en no usar lenguaje vulgar, pero hacemos mejor en ir la segunda milla y llenar nuestra boca con palabras de ánimo, de esperanza, y de gratitud.

Comience con Su Familia

Si es una persona tímida, puede ser que le cueste comenzar a “glorificar a Dios” como lo hizo el leproso cuando regresó para decir “gracias” pero sugiero que comience con su familia. Haga una meta de decir gracias a por lo menos una persona cada día. Con la práctica, el uso de palabras de agradecimiento se convertirá en un hermoso hábito que bendecirán a todas las personas que vienen en contacto con usted.

Si no es un hijo de Dios, no ha experimentado el amor, el gozo y la paz que Cristo ofrece. Todo esto viene por medio del Espíritu Santo cuando creemos en el Señor Jesucristo como nuestro Salvador. Le invito a abrir su corazón al Señor para recibir la nueva naturaleza que el Señor le ofrece. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).