“No nos hagamos vanagloriosos…”

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Por: Miguel Jacinto

 “No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros” (Gálatas 5:26, RV1960).

La palabra “celos” en la Biblia se puede encontrar como un sentimiento negativo que denota envidia. En este sentido, los “celos” aparecen cuando se tiene inconformidad por lo que otra persona poséa y tú quieres tenerlo. También se utiliza la palabra celos cuando una persona es infiel y busca a otra en detrimento de su pareja. Así pues, el sentimiento de la persona engañada es de disgusto y furia. La Biblia enseña que Dios es celoso, pues no admite que se adore a otros dioses que no sean Él. Pues Él es el Dios verdadero y el único que debe ser amado y venerado de tal manera (https://www.significadobiblico.com/celos.htm).

Los celos son la causa de muchos males en nuestras relaciones interpersonales. Todos los seres humanos padecemos de este pecado que puede llegar a ser destructivo para nuestras vidas y la de los demás. Los celos han llevado al fratricidio, tal es el caso de Caín y Abel. Los celos en la pareja pueden llevar al divorcio, la venganza y el asesinato. Dios mismo ha descargado su Santa ira en contra de los idólatras, que han sido infieles a Él y a sus principios morales y espirituales, como Sodoma y Gomorra, y las deportaciones de Israel a manos de Asirios y Babilonios. 

El apóstol Pablo exhorta a los cristianos de Galacia a renunciar a los celos contra otros creyentes (Gálatas 5:26).  En este pasaje Pablo nos recuerda que los creyentes ya hemos crucificado las obras de la carne en Jesucristo, por lo tanto, debemos tener la libertad en el poder del Espíritu para no continuar actuando en el poder de la naturaleza pecaminosa. Los celos, la vanagloria y la ira son pecados que fueron destruidos cuando confiamos en Cristo como nuestro Señor y Salvador. Jesucristo ya nos liberó de esos pecados, y ahora no debemos volverlos a practicar como en el tiempo de nuestra incredulidad. La persona que ama verdaderamente y desea el bien de los demás no debe permitir que los sentimientos de envidia carcoman su corazón.

Amigo, Jesucristo le puede liberar de la ira, el orgullo y la envidia; pecados que pueden destruir su vida. Confíe en Jesús como su Señor y Salvador personal y él perdonará, limpiará y le dará el poder para vivir una nueva vida. Si usted es un creyente, renuncie al pecado de los celos, la vanagloria y la envidia contra otros hermanos en la fe. Entregue a Dios el control de su naturaleza pecaminosa, ofreciendo su vida en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (Romanos 12:1). Dios ama y bendice al corazón contrito y humillado delante de Él (Salmo 51:17).