Los celos

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Por: Dolly Martin

Cuando el profeta Samuel ungió a David, hijo de Isaí para que fuera el próximo rey de Israel, la Biblia dice que “lo ungió en medio de sus hermanos”. (1 Samuel 16:13, RVA-2015) Uno pensaría que sus padres y hermanos hubieran estado muy contentos de que un miembro de su familia había sido escogido para ser el próximo rey del país. Ellos serían parte de la familia real con sus privilegios y beneficios que éso implica. Pero hubo un miembro de la familia de Isaí que no felicitó a David, más bien su corazón se llenó de celos.

Eliab, el primogénito de Isaí era alto, y de muy buena apariencia. El rey Saúl, a quien Samuel había ungido años antes también era alto y de muy buen parecer; así que cuando Samuel vio a Eliab, él pensó inmediatamente que Eliab era al que debía ungir para que fuera el próximo rey. Sin embargo, Dios detuvo a Samuel de ungirle diciéndole, “No mires su apariencia ni lo alto de su estatura, pues yo lo he rechazado. Porque el SEÑOR no mira lo que mira el hombre. El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el SEÑOR mira el corazón”. (1 Samuel 16:7, RVA-2015)

Al final llegó David, el hijo más pequeño de Isaí y el que su padre no había invitado a la fiesta. Cuando lo mandan llamar, Dios le dice a Samuel, “¡Levántate y úngelo, porque éste es!” (versículo 12). Eliab y sus hermanos vieron a Samuel ungir a David y dice la Biblia que “desde aquel día en adelante el Espíritu del SEÑOR descendió con poder sobre David.” (versículo 13). Sin duda la presencia del Espíritu de Dios en David debió haberse notable en su comportamiento y actitudes hacia sus padres, sus hermanos y sus amigos. La evidencia o el fruto del Espíritu es una vida llena de “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio” como dice en Gálatas 5:22-23.

Pero cuando Dios bendice a uno, es común que otros, especialmente los más allegados a uno se pongan celosos. En vez de celebrar la victoria de otro o en este caso el favor de Dios sobre David, Eliab se llena de celos. Siendo el mayor, seguramente el pensó que la corona debía caer a su cabeza y despreció a su hermanito David por robarle la oportunidad de ser próximo líder de la nación.

Las actitudes pecaminosas de Eliab salen a la luz cuando David llega a visitar a sus tres hermanos mayores quienes servían en el ejército de Saúl. Isaí, quien ya era de edad muy avanzada había enviado a David con algunos alimentos para sus hijos y para el jefe de millar porque estaba preocupado por el bienestar de sus hijos mayores. David hizo lo que su padre le mandó y cuando llegó al campo de batalla, la Biblia dice que “saludó a sus hermanos deseándoles paz”. Mientras conversaba con ellos salió Goliat, el paladín de los filisteos amenazando al ejército de Israel.

Al escuchar las amenazas de Goliat, David se indignó por la osadía de este blasfemo que amenazaba al ejército del Dios vivo. No podía creer la cobardía de estos grandes soldados que se dejaban intimidar por aquel gigante. Mientras todos los soldados temblaban de miedo, David se llenaba de valor y declaró que si nadie más ofrecía a pelear contra este enemigo de Dios, él sí lo haría.

Eliab escuchó los comentarios de David y muestra cuan envenenado estaba su corazón contra David cuando dice, “¿Para qué has descendido acá? ¿Y con quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? ¡Yo conozco tu arrogancia y la malicia de tu corazón! ¡Has descendido para ver la batalla!” Lo cierto es que el que tenía arrogancia y malicia en su corazón, era Eliab por lo que él pensó que David era igual que él. Su corazón pecaminoso distorsionó la perspectiva de David y estaba convencido de que David era el de corazón perverso. La Biblia nunca menciona que Eliab se hubiera arrepentido de su actitud contra David.

Otros ejemplos en la Biblia de celos entre hermanos se ven en la familia de José cuyos hermanos lo vendieron como esclavo; y en Caín quien terminó matando a su hermano Abel.  Pero los celos no se limitan a relaciones familiares. Uno puede adoptar ese pecado con compañeros de trabajo por un ascenso en posición o cualquier otro beneficio que ellos han recibido. Los que se dicen ser hijos de Dios también pueden envidiar a un hermano en la iglesia que es elegido para una posición por encima de otros.

Los celos y la envidia son frutos de la carne y la Palabra de Dios dice en Gálatas 5:21 que “los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios.” El apóstol Pablo escribe ésto a creyentes para que entiendan que, si eligen vivir en la carne, las consecuencias son eternas. Pablo escribe más acerca de vivir en la carne en Romanos 8:13 donde dice, “Porque si viven conforme a la carne, han de morir; pero si por el Espíritu hacen morir las prácticas de la carne, vivirán”. La vida a la que se refiere es la vida eterna y la muerte es la muerte eterna. No deje que el enemigo le engañe con la ilusión que usted puede ser un hijo de Dios a la vez que practica un estilo de vida que incluye los celos. No se puede.

Si ha estado viviendo con celos, necesita confesarlo y renunciarlo. En Isaías 1:18 el Señor le invita a recibir Su perdón diciendo, “Vengan, pues, dice el SEÑOR; y razonemos juntos: Aunque sus pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”. Usted tiene la opción de recibir o rechazar la invitación del Señor, pero Él deja en claro cuál es su fin si acepta y cuál es la consecuencia de rechazarla. Dice en los versículos 19-20, “Si quieren y obedecen, comerán de lo mejor de la tierra.  Pero si rehúsan y se rebelan, serán consumidos por la espada; porque la boca del SEÑOR ha hablado”. ¡La decisión es suya!