Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas…

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Por: Miguel Jacinto

“Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas”. Colosenses 3:19

La forma más común de violencia contra la mujer es la violencia en el hogar o en la familia. Las investigaciones demuestran sistemáticamente que una mujer tiene mayor probabilidad de ser lastimada, violada o asesinada por su compañero actual o anterior que por otra persona. Los hombres pueden patear, morder, abofetear, dar un puñetazo o tratar de estrangular a sus esposas o compañeras; les pueden infligir quemaduras o tirar ácido en la cara; pegar o violar, con partes corporales y objetos agudos; y usar armas letales para apuñalarlas o dispararles. (https://www.monografias.com/trabajos14/maltratomuj/maltratomuj.shtml#QUESE)

El abuso doméstico contra la mujer es un tema muy recurrente en muchas partes del mundo y en todas las épocas de la historia, y la Biblia tiene mucho que decir al respecto. Desde el momento en que la primera pareja fue expulsada del Jardín del Edén, las mujeres han sufrido el maltrato de su contraparte. La violencia viene de muchas maneras y por diferentes causas, pero ninguna de ellas es aceptable a los ojos del Creador.

El apóstol Pablo escribiendo a la iglesia en Colosas ordena, en nombre y la autoridad de Dios, a los esposos amar y respetar a sus esposas. Este mandamiento no es una sugerencia ni mucho menos. Es una ley o principio establecido y ordenado por Jesús a sus discípulos, de amar al prójimo como a sí mismo. La violación de este principio o norma trae consecuencias nefastas para el esposo. Dios traerá juicio sobre todo aquel que negligentemente viola el amar a un semejante, especialmente a alguien que Dios ha colocado bajo su cobertura y responsabilidad como lo es la esposa.

Estimada amiga, si usted es víctima de abuso doméstico, en cualquier forma, clame a Dios en oración para que Dios trate con su agresor. Segundo, si su vida corre peligro, busque la ayuda de una iglesia y de las autoridades. Las leyes en este país le protegen, sin importar su condición legal o inmigratoria. Dios le ama y no tendrá por inocente al que le causa dolor o sufrimiento a usted. Confíe en Jesucristo como su Señor y Salvador, y Él le dará la sabiduría para tratar con cualquier situación de abuso.