Dando gracias a Dios

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Por: Dolly Martin

El decir “gracias” es algo que las madres enseñan a sus hijos desde una edad muy temprana para mostrar buenos modales. Pero expresar gratitud hacia otros verbalmente no es una costumbre practicada en todas las culturas. Los norteamericanos tienden a ser individualistas y tienden a enfatizar el decir “gracias” verbalmente o por escrito. Sin embargo, 85 por ciento de la población del mundo crece en una cultura donde se enfatiza el grupo social o lo que se llama colectivismo. En estas culturas se enseña que es el deber de los miembros de la familia apoyarse mutuamente y sacrificar sus vidas los unos por los otros. Ellos no dicen “gracias” dentro de su núcleo familiar porque se espera que uno haga sacrificios por sus seres queridos.

Una estudiante asiática americana estaba participando en un estudio de gratitud y envió una carta de agradecimiento a sus padres. Ellos se indignaron porque pensaron que ella estaba insinuando que no eran buenos padres y que lo que ellos habían hecho por ella era algo “fuera de lo normal”. En la cultura asiática, solo se dice gracias cuando alguien hace algo extraordinario casi heroico por uno.

Dar gracias a Dios

El hecho de ser agradecidos con Dios fue muy importante para los fundadores de esta nación quienes celebraron una semana de acción de gracias junto con los nativos dos años después de haber llegado a esta tierra. Se siguió observando cada año hasta que el presidente Abraham Lincoln emitió una proclamación el 3 de octubre de 1863, declarando el último jueves de noviembre como día de Acción de Gracias para expresar gratitud hacia Dios por sus muchas bondades y misericordias.

La idea de ser agradecidos con Dios y de expresar esa gratitud verbalmente viene de la Biblia. Existen numerosos ejemplos de personas que mostraron su agradecimiento hacia Dios. Algunos lo hicieron por medio de sacrificios (Noé cuando salió del arca). David escribió muchos salmos de gratitud hacia Dios. Uno de ellos se encuentra en 2 Samuel 22:1–51 (repetido en Salmo 18) donde da gracias a Dios por librarle de sus enemigos. María pronunció un hermoso discurso conocido como el Magníficat en la que ella expresa su agradecimiento y adoración al Señor por escogerla para ser la madre del Mesías.

Todas las culturas

En su infinita sabiduría, Dios apela a todas las culturas cuando habla acerca del agradecimiento. La palabra de Dios incluye muchas exhortaciones a ser agradecidos con Dios, y de dar gracias a Dios. Colosenses 3:15-17 (NVI) dice, “Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos. Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón. Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de Él”.

En este pasaje Dios nos manda a ser agradecidos y a tener un corazón de gratitud. Estos dos mandatos apelan a aquellos que crecen en culturas colectivistas donde el agradecimiento brota de un corazón lleno de respeto por aquellos en su círculo íntimo que cada día se sacrifican por él o ella. Pero en el versículo 17 el mandato es de dar gracias a Dios lo cual implica una expresión verbal como lo acostumbran a hacer las culturas del oeste.

La gratitud comienza en el corazón

El dar gracias nace de un corazón agradecido por tanto ambos son necesarios para agradar a Dios. El Señor no quiere que pronunciemos palabras elocuentes de gratitud como lo hizo el fariseo que subió al templo para orar en público y dijo, “Dios, te doy gracias que no soy como los demás hombres…” y siguió recordándole a Dios de lo bueno que era. Jesús dijo que él no sería justificado porque tenía un corazón enaltecido. El Señor mira el corazón, no las palabras que salen de nuestros labios, porque muchas veces podemos decir gracias de labios para afuera pero nuestro corazón está lejos de Él.

Examinemos nuestro corazón y pidamos a Dios que Él nos examine y nos muestre si tenemos una actitud incorrecta, o si estamos practicando pecados de los que necesitamos arrepentirnos. Una vez que tenemos el corazón limpio, entonces podremos hacer lo que nos manda en Efesios 5:30, “dando gracias siempre por todo al Dios y Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”.