No debemos impedir que los niños vayan a Dios

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Por: Miguel Jacinto

“Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis…” (Mateo 19:14, RV1960).

Hay muchas maneras de impedir que un niño llegue a un conocimiento pleno de Dios. Los niños pueden ser privados de gozar su inocencia y su proceso natural de madurez. La tecnología en la actualidad es buena en algunos aspectos de la vida, pero también es una arma peligrosa que puede destruir la inocencia y la pureza de los niños. La pornografía infantil, la violencia en los videojuegos y las redes sociales que promueven la experiencia y promiscuidad sexual son algunos problemas de los que los padres debemos estar conscientes y dispuestos a combatir con mucha determinación.

Padres anhelan la bendición de sus hijos

En los tiempos de Jesús, al igual que en la actualidad, los padres anhelaban la bendición de sus hijos. El evangelio de Mateo nos narra la ocasión en que algunos padres llevaron a sus hijos a Jesús para que orara por ellos y los bendijera. Los discípulos creyendo que hacían un bien a Jesus, al querer protegerlo de los intrusos, rechazan la petición de los padres. Jesús al darse cuenta de la situación, reprende severamente a sus discípulos y les ordena que no pongan tropiezo a los niños que desean venir a Él. La idea aquí es que Dios no aprecia ni tolera que los hombres antepongan sus intereses personales para impedir o evitar que los niños experimenten el amor y la gracia de Dios que está disponible para ellos. Dios ordena que nada ni nadie se interponga en Su relación de amor con todos los niños.

Castigo severo

Amigo, Dios castigará severamente a las personas que ponen tropiezo a un niño (Mateo 18:6,7). Cualquier persona que use la fragilidad e inocencia de los niños para cometer actos pecaminosos y lascivos, prostitución sexual de menores, explotación y sodomismo (homosexualidad) serán castigados sin misericordia por Dios. Las leyes y las penalidades deben ser extremadamente severas contra quienes causan algún daño a un menor. Dios hace responsable a los individuos y a las autoridades por el bienestar de nuestra niñez. Seamos vigilantes y actuemos con determinación para proteger la inocencia, y la integridad espiritual, emocional y física de nuestros niños, en las escuelas, las calles y nuestras iglesias para que la ira de Dios no sea derramada contra nuestra sociedad.