La compañera perfecta

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Por: Dolly Martin

En el primer capítulo de la Biblia leemos acerca de la manera en que Dios creó el universo y la vida en el planeta tierra. Comenzó preparando el entorno (cielos, tierra, mar) y luego preparó los alimentos para los seres que iba a crear (árboles, plantas, semillas). Cuando todo estaba preparado, creó las aves, los peces y luego los animales terrestres. Por último, Dios creó al ser humano, la cúspide y el más inteligente de toda su creación. Aunque el hombre tiene algunas similitudes a ciertos animales, es un ser muchísimo más desarrollado que cualquier animal y tiene algo que lo separa de todo el resto de la creación: un espíritu. Los animales al igual que el hombre tienen cuerpo y alma (mente, alma y emociones), pero solo el hombre tiene el tercer elemento, el espíritu. Leemos en Génesis 1:26, “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”.

El hombre es un ser social

Cuando el Señor creó a las aves, los peces y las bestias, cada uno tenía su compañera. El señor jirafa tenía la señora jirafa y así sucesivamente. Pero Adán no tenía una compañera idónea (adecuada o apropiada) para él y sin duda se sentía solo. Al igual que muchos animales, el hombre es un ser social con la necesidad de compañerismo. Cada animal tenía su compañero que le entendía y le complementaba, pero Adán no tenía alguien con quien compartir, hablar, reír, llorar, etc. Los animales eran lindos, pero no le ofrecían a Adán el compañerismo que él necesitaba.

Génesis 2:18 dice: “Y dijo el Señor Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”. El Señor abrió el costado de Adán y creó a Eva como la perfecta compañera para él. Una, con la capacidad de ser su amiga, su confidente, su ayudante y un ser que podría darle prole.

El rol de la esposa

Examinemos el rol de la esposa de proveer compañerismo para su esposo. Parece una tarea sumamente sencilla y fácil de cumplir, pero muchas nos distraemos con los niños, con los quehaceres, con las amigas, y abandonamos a nuestros esposos. Otras tratamos a nuestra pareja como un niño en vez de la cabeza del hogar y aquel que fue encomendado por Dios a gobernar (señorear) toda la creación. En lugar de mantenerlos en alta estima, los menospreciamos, los criticamos, nos burlamos de ellos, y en vez de asumir nuestro papel de acompañantes, los convertimos en nuestros siervos.

Los hombres son falibles, son pecadores y muchas veces dejan de liderar de la manera que agrada a Dios. Pero eso no nos exime a las esposas de cumplir a cabalidad el trabajo que Dios nos encomendó. Debemos ser la mayor animadora de nuestros hombres, la enfermera más amable, la compañera más dulce y la guerrera de oración más fiel.

Abigail, bella e inteligente

En la Biblia leemos de Abigail, una mujer bella e inteligente cuyo esposo Nabal era necio, duro y de malas obras. No sabemos con seguridad, pero es posible que el matrimonio de estos dos fue arreglado por sus padres, ya que Nabal era un hombre muy adinerado y podría proveer a Abigail con una vida muy cómoda.

Un día, Nabal trató con desprecio a los siervos de David que vinieron para pedir les recompensara por las horas de protección que ellos le habían dado a los pastores y rebaño de Nabal. Los siervos de Nabal acudieron a Abigail instándole a que hiciera algo para apaciguar a David diciendo: “pues él es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda hablarle” (1 Samuel 25:17).

Abigail no trató de razonar con su esposo porque ella sabía que lo que el siervo había dicho de su esposo era verdad. Ella inmediatamente envió una generosa provisión de comida a David, pero también se preparó para ir al encuentro de David para pedirle perdón por la manera que su esposo (el necio) le había contestado y también tomar responsabilidad por sus malas acciones. Su actitud humilde (postrada a los pies de David) y sus palabras llenas de sabiduría lograron cambiar el corazón de David y evitar la muerte de su esposo y la masacre de todos los hombres de la hacienda.

Nabal se endurece

Cuando regresó a casa, su esposo estaba borracho así que sabiamente esperó hasta el siguiente día para contarle lo que ella había hecho y de cómo logró evitar que David lo matara a él y a todos los siervos. Uno pensaría que él estaría agradecido porque su esposa le había salvado la vida, pero era un hombre TAN perverso y malo que, en vez de ablandar su corazón, se endureció. La Biblia dice, “y desmayó su corazón en él, y se quedó como una piedra. Y diez días después, Jehová hirió a Nabal, y murió” (1 Samuel 25:37-38).

Abigail nunca se rebajó al nivel de su malvado esposo Nabal, ni le abandonó por su necedad, sino que le trató con respeto y Dios la rescató de manos de ese hombre malvado y perverso. El Señor hará lo mismo por usted si cumple con su rol de compañera fiel para su esposo. Deje que el Señor sea el que le rescate y se vengue de sus opresores. Romanos 12:19 dice, “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”.