La Oración de un Padre

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Por: Dolly Martin

¿Cómo se le ocurre ir a esas islas de misionero? ¿No sabe que los habitantes son salvajes y caníbales? Usted está sirviendo al Señor efectivamente aquí en Glasgow. Deje de entretener ideas locas que le llevarán a la muerte y echarán a perder su hermoso ministerio entre los necesitados de nuestra ciudad”. Ese fue el comentario que recibió John Paton de alguien que supo de sus deseos de servir al Señor en un lugar inhóspito donde varios misioneros ya habían sido asesinados por los nativos.

Esas palabras perturbaron a John, un joven escocés, el mayor de 11 hijos de unos padres humildes, pero con firmes convicciones cristianas. Uno de los recuerdos más gratos de su niñez fue la vida de oración de su padre. La familia vivía en una casita pequeña con solo una recamara que llamaban “el closet” donde sus padres dormían. El otro cuarto grande tenía la cocina en un extremo, varios telares donde su padre trabajaba en el otro extremo y dos enormes camas en el centro (una para los varones y otra para las niñas).

Su padre seguido entraba en “el closet” para orar y los niños podían escucharle hablando con su Padre celestial buscando dirección, orientación y sabiduría para guiar a su familia. El siempre entraba en “el closet” antes de disciplinar a sus hijos lo cual llevaba al culpable a sentir mucho remordimiento por su mal comportamiento. Su padre también oraba cada noche después que la familia leía la Biblia y en su oración, mencionaba a cada niño por nombre ante el trono de Dios. John sabía que Dios escuchaba las oraciones de su padre y le encantaba escucharle pronunciar su nombre durante esas oraciones nocturnas.

La familia vivía en un pueblito muy pequeño en Escocia y cuando John terminó la escuela secundaria decidió que era necesario mudarse a la ciudad de Glasgow para encontrar un empleo ya que en su aldea no había trabajos disponibles. Amaba a sus padres y a sus hermanos, pero con mucha tristeza supo que sería necesario dejar su hermoso hogar sin saber cuando los volvería a ver. No tenía dinero para pagar la diligencia así que tendría que caminar las 40 millas para buscar su fortuna en Glasgow. Era la primera vez que dejaba su dulce hogar y todos lloraron, pero su padre le acompañó las primeras 5 millas. Luego oró por John quien lo encomendó en manos del Todopoderoso Dios para que lo cuidara y guiara en esta aventura.

El Señor fielmente guió a John y eventualmente fue contratado por un ministerio que le empleó para que evangelizara a los residentes de una colonia donde vivían las personas más malas y violentas de la ciudad. Un día un misionero visitó a la iglesia donde asistía y contó de su trabajo entre los indígenas de las islas Hébridas (ahora se llaman Vanuatu) y de la gran necesidad de más obreros entre estos salvajes.

John sintió un fuerte llamado del Señor a ir, pero no dijo nada. Regresó a su cuarto alquilado y pasó la noche orando por la dirección del Señor. La siguiente mañana fue a visitar a los líderes de la iglesia para decirles que él sentía del Señor responder al llamado para trabajadores en la obra misionera. Ellos se alegraron mucho y le dieron su aprobación. John comenzó a estudiar medicina y tomar cursos de teología en preparación para ministrar en esas islas.

Fue durante sus meses de preparación que escuchó esas palabras tan fuertes de uno que quiso disuadirlo de “tirar su vida por la borda” yendo a las Islas Hébridas. Esas palabras le desestabilizaron porque no quería ser un necio y actuar locamente. ¿Cómo podía saber si el Señor realmente le estaba llamando a la obra misionera? De inmediato supo la respuesta: volvería a casa para pedir el consejo de sus padres.

Cuando llegó a casa, todos le rodearon con alegría, sonrisas, y cuentos. Finalmente quedó solo con sus padres y les abrió su corazón acerca de ir de misionero a las islas Hébridas. Sus padres le escucharon y luego le contaron que ellos le habían dedicado al Señor desde su nacimiento y su oración por años había sido que sus hijos sirvieran al Señor en la obra. Esta era una respuesta a sus oraciones de muchos años y le dieron su apoyo sin reservas al llamado que el Señor tenía sobre su vida.

John regresó a Glasgow con la bendición de sus padres y poco tiempo después, él y su jóven esposa partieron de Escocia rumbo a esas islas donde, a pesar de sufrir enfermedad, persecución y atentos contra su vida, el Señor usó a John para llevar el mensaje de la cruz a esta población y transformar sus vidas por toda la eternidad.

La oración, una disciplina espiritual que había aprendido de su padre fue lo que sostuvo a John aun cuando falleció su esposa y su hijo recién nacido al año de haber llegado a la isla. La Palabra de Dios dice en Efesios 6:18, “Oren en el Espíritu en todo momento y en toda ocasión. Manténganse alerta y sean persistentes en sus oraciones por todos los creyentes en todas partes”. (NTV) Dios fortaleció el corazón de John en medio de estas tribulaciones y le ayudó a aprender el idioma de estos nativos y luego traducir la Biblia a su idioma.

El Señor no nos promete una vida fácil, pero promete acompañarnos en todo momento y toda situación, pero nos invita a “caminar” con Él a través de la oración para gozar de su compañía, dirección, consuelo y fortaleza. No olvide practicar esta importante disciplina espiritual “en todo momento y en toda ocasión”.